domingo, 28 de octubre de 2012

Lady Gaga: interioridad como espectáculo

México • El Foro Sol sirve para todo tipo de música, pero es la primera vez que me toca verlo como un espacio libertario, en el profundo sentido de la palabra: un lugar donde los asistentes van a gozar la posibilidad de vestirse, decir y hacer lo que les de la gana, ciertos de que nadie los va a juzgar o a agredir. De sobra es conocida la filiación gay del público Gaga. En el concierto de Gaga, las posibilidades visuales eran inagotables (hombres pintados de mujeres, mujeres vestidas de hombres), pero la sensación de paz y aceptación mutua generalizada era palpable. Muchos adolescentes corrían y gritaban bajo la supuesta mirada de los padres que, con la quijada apretada, veían a la concurrencia para la marejada interiorista musicalizada que se avecinaba. Grupos variados de asistentes se reían y abrazaban sin dificultad. Seguro que en la vía pública pueden hacerlo, pero no con el mismo sentimiento de hermandad y tranquilidad. A nadie le importaba cómo iban los demás; de ahí la libertad de usar los más extraños disfraces y maquillajes (punks con peinados mohawk arcoiris, pelucas de colores chillones, muchos unicornios con cuerno multicolor o con brillantina).

Los abridores resultaron francamente regulares. Apenas para entretener que para poner en sintonía musical a la audiencia: no era necesario. Muchos iban a ver a su portavoz. Publicitada como gorda, Lady Gaga apareció entre la escenografía del castillo medieval que en algún momento se volvió arcoiris. Mostraba unas piernas marcadas y el estómago plano. Las coreografías eran regulares, quizá el único distintivo de sus acompañantes eran los gestos y los manoteos para evidenciar hasta para el menos entendido que todos son homosexuales y que están felices y orgullosos de ello. Como los asistentes. Bueno, ya lo anuncia la gira “Born this way”: así nací (y qué, faltó). Y así fue todo el concierto: como seamos, así somos. De esta forma inició la narradora virtual (la propia Gaga en una imagen digitalizada dentro de un diamante volador con luces fosforescentes): Gaga es extraterrestre, y viene a formar una nueva raza. Al final se entendería el tipo de raza: una que se acepte y que sea más amable con los demás; una que no quiera revanchas ni compensaciones, solo que sea mejor con los demás.

Luego de varias canciones, llegó la emblemática “Born this way”, donde el público coreó y gritó. En la zona del escenario, muchos grupos lloraban en casi todas las canciones, sin dejar de moverse. Era claro que para muchos no era un concierto, sino una ceremonia para ver a su portavoz colectivo. En la primera intervención hacia el público, Gaga agradeció y anunció que la misión era “matar a la perra”, a la perra interior, se entiende; una Gaga pacificadora y amorosa se esconde debajo de toda la parafernalia en la que gente como Marilyn Manson apenas se refleja, contra la que grupos trascendentes palidecerían ante la calidad de las coreografías y el nivel de teatralidad de Gaga. Un espectáculo perfecto al conjugar lo visual con el mensaje. Con independencia de qué digan las letras que miles de seguidores cantaron a pulmón pelado, el mensaje fue verbalizado por Gaga en un momento donde muchos asistentes lloraban y proferían palabras entrecortadas de admiración y asentimiento: luego de sentarse a recibir una lluvia de regalos de los asistentes (uno casi le da en el ojo), subió al autor de una cajita adornada. Un joven, moreno y delgado, con gestos amanerados, subió al escenario para ser el alterego de todos los asistentes que habrían dado un brazo por estar en su lugar. Abrazó y besó las mejillas de Gaga mientras ésta lo correspondía y luego habló con el público: gracias por hacer que mi música importe; yo, como ustedes, solo quiero trascender, que mi vida importe, ustedes hacen mi vida así, y por eso ustedes son mi vida; ustedes son gente que trabaja y se esforzó por volver a verme, por eso los respeto; Méjjjjico es importante por ustedes. Mientras Gaga develaba un manto de reivindicación interior para todos los asistentes, su moreno fotografiador acompañante se acurrucaba en sus brazos. Si Miguel Ángel hubiera estado en este espectáculo, “La Piedad” habría tenido otra estética. Entre los asistentes, muchos lloraban a moco tendido, otros aullaban eufóricos. Con la llegada de “Americano” y su guitarrista flamenco-mariachi, el público brincó.

Los puristas desestimaron el final del concierto, con “Marry the night” a capela, pero la sensación después de ver la verdadera comunión público-cantante, era de haber estado en un hecho importante, donde los cientos de disfrazados (tal vez así visten regularmente, cómo saberlo) habían logrado la paz interior. En las muchas canciones bailables, no todos se movían.

La comunión se vivía. Gaga, la diosa humana, hablaba por los liberados.

Fuente: Milenio