lunes, 5 de julio de 2010

GaGa por Alaska: El icono global que nadie esperaba ( I )

Aquí tenéis el interesante artículo que Alaska escribió en El País dedicado a nuestra Diosa:

Otoño de 2008. Fangoria grabábamos un disco en Londres y mientras desayunábamos en nuestro apartamento del barrio de Mayfair contemplábamos vídeos musicales en la televisión. Había uno que se repetía cada día, Poker face, el segundo sencillo del álbum The fame, de Lady GaGa. Con el primero, Just dance, había conseguido colarse en las pistas de baile de las salas más vanguardistas y en la prensa de actualidad musical. Y aún más importante, comenzaba a acaparar páginas en eso que llaman revistas de tendencias. Las más modernas, para entendernos.
A mí la música me gustaba y la imagen también, así que comencé a prestar atención a sus entrevistas, interesándome por sus declaraciones de principios y por las sorpresas que iba desvelando. Lady GaGa tenía entonces 22 años. Ciertamente, parecía mayor física y mentalmente. Stefani Joane Angelina Germanotta era una italo-neoyorquina que llevaba años pateándose la escena de clubes y pequeñas salas de conciertos con su piano. Incluso formó parte de un equipo de compositores que escriben canciones para artistas pop, como Pussycat Dolls, New Kids on the Block o Fergie. Así que detrás de la impactante imagen había una chica que preparaba sus canciones concienzudamente. Es más, las componía ella misma. Confieso que tampoco me hubiera importado que fuera una marioneta en manos de unos productores, aun así hubiera destacado por una cualidad de la que carecen ese tipo de estrellas prefabricadas: singularidad.
Elije su nombre artístico en homenaje a Radio GaGa, la canción de Queen, siendo Freddie Mercury uno de sus intérpretes favoritos. Y Bowie se perfila como una gran influencia musical y estética. Lady GaGa utiliza la imagen icónica del cantante en la portada del disco Aladdin sane como recurso visual continuo: el maquillaje, en este caso en forma de rayo, que atraviesa la cara y cubre solo un ojo. Entiende que el glam rock sibilinamente mezclado con música electrónica y con grandes dosis de teatralidad es el camino a seguir. Por supuesto, Madonna y su visión comercial del escándalo como vehículo de marketing y promoción forman parte de la filosofía GaGa. Y también el imaginario del genio más singular de todos los tiempos, Michael Jackson. Pero no solo de música se nutre una entonces todavía aspirante a fenómeno de masas. Donatella Versace es su musa inspiradora (¿acaso no se parecen?), y el diseño de moda figura como vehículo artístico añadido al potencial musical. Y si nos ponemos profundos aparece Rainer María Rilke. Lady GaGa lleva tatuadas en su antebrazo unas líneas extraídas de Cartas a un joven poeta. Lo dicho, constantes declaraciones de principios.
Su imagen, sus apariciones públicas y sus entrevistas iban conquistándonos. Así es como definía sus influencias y finalidades desde su página web: "The Fame habla de cómo cualquiera puede sentirse famoso. La cultura pop es arte. Odiar la cultura pop no te convierte en alguien más cool. Yo la he adoptado y ese es mi concepto de fama, pero es una fama para compartir, quiero invitaros a todos a la fiesta, quiero que la gente se considere parte de esta forma de vida".
No contenta con estar poseída por el espíritu de Andy Warhol, Lady GaGa no se ha cansado de repetir hasta la saciedad que la importancia está en la interpretación y la representación, no sólo en la música. Por todo este bagaje cultural, en su momento pensé que Lady GaGa iba a resultar demasiado extravagante para conseguir colarse en los feudos del mainstream y las imposiciones culturales establecidas por la industria musical. Sus primeras candidaturas a los grandes premios de la música corroboraban mi teoría: candidaturas para Just dance como mejor grabación dance, y para The fame como mejor álbum de electrónica/dance. Cuando la industria te nomina dentro de una subcategoría y no directamente como mejor canción o disco del año, mal vamos, quiere decir que no pueden quedar en evidencia dejándote fuera, pero que tu producto es demasiado raro para ser asimilado sin prejuicios.